Como promover la autonomía para garantizar las necesidades básicas en un mundo en declive energético

Lo que hoy denominamos “Estado del bienestar” tuvo su génesis, como bien reconoce Graeber 1, en organizaciones sociales y obreras que, a partir de mediados del siglo XIX, y ante el abandono de los poderes públicos, organizaron sociedades de socorros mutuos, ateneos, escuelas, bibliotecas, panaderías, etc., para cubrir necesidades demandadas por la clase obrera.

Con posterioridad, los Estados absorbieron estas experiencias, despojándolas de toda posibilidad de gestión democrática, desarrollándolas durante la gran aceleración posterior a la Segunda Guerra Mundial en un escenario de crecimiento económico sustentado por la disponibilidad barata de combustibles fósiles y la expropiación de recursos presentes en el Sur Global.

Cumplido su papel como amortiguador social y como garante de mano de obra sana para el aparato productivo, hoy, el Estado del bienestar no parece ser necesario para un capitalismo que afronta un nuevo escenario marcado por la reducción de la disponibilidad energética y problemas derivados del cambio climático. Actualmente, el Estado está cediendo las partes rentables al mercado, adelgazando paulatinamente los “servicios públicos”, allanando el camino para sistemas de beneficencia.

Ante esta tesitura, es necesario replantearse si la estrategia correcta es aferrarnos a luchas defensivas en exclusiva, esto es, luchas encaminadas a “salvar los restos del antiguo Estado del bienestar”, o bien dedicar también esfuerzos y medios en la creación y el asentamiento de nuevas estructuras alternativas al Estado, gestionadas desde y por la clase trabajadora, que realmente se encaminen a cubrir las necesidades básicas de la población, evitando la mediatización del mercado e intereses económicos capitalistas.

Millward-Hopkins y cía 2 nos abren la puerta a un campo de estudio concreto, el de la cuantificación de los mínimos energéticos necesarios para sostener no solo las necesidades humanas básicas para sobrevivir, sino una vida decente (relacionada con el bienestar). Obviamente, el bienestar no puede cumplirse sin cubrir las necesidades básicas. Podemos resumirlas con la siguiente tabla:

A continuación, un análisis para la propuesta de los pilares que consideramos estratégicos, básicos para una sociedad libre.

Sanidad y cuidados

Los SNS fueron creados -solo en alguno de los países centrales- por el Estado para cubrir ciertas necesidades del despliegue del capitalismo del siglo pasado. Desde el inicio tuvieron exclusivamente un carácter eminentemente «curativo», impidiendo en la práctica el desarrollo real de la medicina preventiva y la salud comunitaria, ya que colisionaban con los intereses del capitalismo. Hoy día hay suficiente evidencia científica que demuestra que gran parte de las enfermedades son producto de las formas de vida que nos han sido impuestas, mientras que otras han sido creadas para beneficio del complejo médico-industrial. Por otra parte, la posible aplicación de medidas de salud pública -y sentido común- frente a problemas sociales y medioambientales que generan enfermedad y muerte, cuestionaría el propio crecimiento. La promoción de la salud y la actuación contra los determinantes de la enfermedad no generan negocio, el mantenimiento de la enfermedad lo garantiza.

En el Estado español la implantación del SNS tuvo lugar cuatro décadas más tarde que en los países de nuestro entorno. De esta forma, nunca pudo alcanzar un desarrollo similar al de países vecinos. Así, a inicios de los 90 del siglo pasado, cuando se comienza a implantar el modelo de Atención Primaria, los recortes derivados de las sucesivas “crisis económicas”, van a marcar ya el inicio del desmantelamiento y privatización de los sistemas sanitarios de nuestros países vecinos. En nuestro caso, con un SNS aun en construcción en esa época, se implantan ya las medidas privatizadoras. Desde entonces, con diferente intensidad según territorios, se han llevado a cabo movilizaciones contra el desmantelamiento del sistema sanitario, realmente con poco éxito dado que el proceso planificado de deterioro y privatización ha seguido el guion marcado por el Estado con la inestimable colaboración de la «izquierda del capital». El proceso ha sido llevado a cabo de forma paulatina, para ir empujando a los sectores de clases medias hacia los seguros privados, ya que tomar medidas rápidas y drásticas de exclusión efectiva de la atención sanitaria, de sectores importantes de la población, pueden tener lugar explosiones y conflictos sociales, o incluso al propio cuestionamiento del papel del Estado y la puesta en marcha de dispositivos alternativos, como se pudo comprobar en Grecia a partir de 2012.

Hoy, a pesar de que nos vemos obligados a financiar al Sistema Nacional de Salud (SNS) vía impuestos, el Estado ya no garantiza la asistencia sanitaria en tiempos y calidad adecuados. El proceso planificado de desmantelamiento y deterioro del sistema sanitario, empuja a la población hacia la contratación de seguros privados, proceso que no deja de agudizarse, por lo que parece sensato, cuanto menos, debatir sobre alternativas factibles que permitan garantizar, en un futuro, una asistencia básica con carácter universal para la población.

Históricamente han existido otras formas de abordar las necesidades de atención. Así, a inicios del siglo XX, el movimiento obrero organizó sociedades de socorros mutuos en las zonas industrializadas del Estado español. Estas sociedades establecieron sistemas básicos de seguro de salud elemental contra la enfermedad, el paro, la muerte, invalidez, etc. al margen del Estado.

En Gran Bretaña, se dio una realidad parecida. En el sureste de Londres, entre 1930 y 1940, funcionó el Centro de Salud de Peckham, centro pionero para su época que se centraba en la salud y no en la enfermedad, con una visión integral y no individual. Mantenido fundamentalmente por las cuotas de sus socios, su carácter independiente y su visión holística de la salud chocaron con la estrategia del Partido Laborista, que se negó a admitirlo en el recién creado National Health Service (servicio nacional de salud), por lo que esta experiencia autogestionaria se vio obligado a cerrar en 1951.

En la Grecia de 2012, el segundo ajuste 3 ejerció una reducción brutal del gasto público con la exclusión de cerca de 3 millones de personas de la asistencia sanitaria nacional. La respuesta de los movimientos sociales fue poner en marcha centros sanitarios de primer nivel 4 traducidos como consultorios sociales autogestionados. Estos funcionaron con trabajo voluntario de profesionales y usuarios, autogestionados desde los barrios. Incluso un hospital 5 llego a romper las directrices del gobierno y se gestionó durante semanas mediante una asamblea de trabajadores, demostrando un mejor funcionamiento que cuando estaba en manos de los administradores del gobierno.

En un contexto de falta de atención sanitaria adecuada y en tiempos aceptables, que están sufriendo importantes sectores de población, proceso que va a empeorar con toda seguridad, ¿sería posible explorar sistemas de atención gestionados por el sindicalismo alternativo? ¿sería posible recuperar la lucha contra los productores de enfermedad y superar las luchas defensivas exclusivamente centradas en mantener el acceso a una asistencia de mala calidad? ¿sería posible explorar formas de producción de los medicamentos básicos al margen de las grandes corporaciones de FarMafia? ¿sería posible racionalizar la asistencia sanitaria, hoy día en manos de las corporaciones, cuyo objetivo es crear falsas necesidades/falsas enfermedades, para incrementar el consumo de fármacos y pruebas, procesos que producen yatrogenia, y un incremento de la mortalidad 6?

Energía

En el estudio, Millward-Hopkins y cía estimaron un consumo de energía final por persona de entre 13 y 18.4 GJ/cap/año. Esto implica decrecimiento en las regiones más desarrolladas por el capitalismo y crecimiento en las regiones que menos ha permitido dicho desarrollo 7. En términos globales, este ajuste de justicia conlleva una reducción drástica en la explotación y uso de la energía.

De acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía (IEA 8), el consumo medio de energía final en el Estado español fue de unos 73 GJ/cap/año en 2021. En 1990 era de 64 GJ/cap/año, en 1980 de 53 GJ/cap/año, y en 1970 de 36 GJ/cap/año. Tomando como base el 2021 y el límite superior para una vida decente, en el territorio controlado por el Estado español debemos decrecer, energéticamente, en torno al 75% en promedio (sin considerar desigualdades internas).

Esto no implica que la futura escasez energética lleve consigo necesariamente el proceso inverso. Primero, porque la historia la escriben las generaciones actuales. Segundo, porque con menor energía disponible puede mantenerse una complejidad social parecida a la actual dados los avances tecnológicos. Y tercero, por la posible eliminación de gastos superfluos derivados del consumismo, la industria militar, y la ineficiencia de los sistemas privados basados en la competencia por el beneficio económico.

La historia nos demuestra que el nivel de consumo de energía primaria tiene una relación no lineal con el bienestar social. La figura de abajo, extraída de un artículo científico 9, muestra dicha relación para varios países. En el eje horizontal se representa la energía primaria per capita (GJ/cap/año), mientras que el eje vertical grafica el índice de desarrollo humano (HDI, siglas en inglés). Como se observa, al comienzo de la curva un incremento del consumo energético implica un elevado incremento de desarrollo humano. En cambio, los países desarrollados están incrementando mucho los consumos energéticos para elevar muy poco su índice de desarrollo humano.

Independiente de las limitaciones del significado de este índice, podemos extraer varias conclusiones. Primero, la constatación de una enorme desigualdad, con países en diferente nivel de desarrollo y consumo energético. Segundo, el margen existente para tener diferentes niveles de consumo energético para un mismo desarrollo humano. Tercero, traspasados unos determinados niveles de consumo, su incremento no tiene relación con el bienestar social.

Encaramos, por tanto, una oportunidad única para reducir la desigualdad social, equilibrar los ecosistemas y construir un bienestar y desarrollo humano sostenibles con el medio que nos rodea, y humanamente ético. Es posible garantizar las necesidades básicas con mucha menos energía, ya que gran parte de la que actualmente utilizamos es derrochada directa e indirectamente. La política energética del futuro debería comenzar pensando en las necesidades y deseos en la sociedad del mañana, y establecer así “suelos” y “techos” de niveles de consumo energético científicamente y éticamente asesorados.

¿Sería aconsejable promover la recuperación de soluciones de “baja tecnología” que pueden garantizar algunas necesidades al margen de los sistemas centralizados, como propone Kris de Decker, por ejemplo? 10

¿Son técnicamente posibles sistemas de captación de energías renovables construidos con materiales abundantes y accesibles, de manejo sencillo y que puedan diseñarse para lograr una descentralización energética?

Sector primario

La Política Agraria Comunitaria es la principal partida presupuestaria europea (única política industrial hasta hace poco) congelada desde hace 20 años mientras que la ampliación europea ha continuado. Este presupuesto ha pasado de más de un 70% del total durante finales del siglo pasado al 23,4% para el último periodo aprobado (2021-2027). En cualquier caso, estamos hablando de la friolera de 264.024 millones de euros destinados en su mayor parte a pagos directos a los empresarios agrícolas y medidas de mercado (primer pilar: 77%) y el resto para desarrollo rural (sectores secundario y terciario rurales). Este ingente esfuerzo presupuestario y normativo tiene como objetivo inicial la seguridad alimentaria de Europa, el abastecimiento de alimentos baratos para una urbanización galopante (y por consiguiente despoblamiento rural) y por último la gestión de los territorios rurales.

Paralelamente se ha roto la estructura comercial territorializada de alimentos hacia un modelo de oligopolio por parte de las grandes distribuidoras minoristas. Su debacle fruto de un colapso supondría un desabastecimiento generalizado con especial incidencia en los núcleos urbanos. Pareja a esta posible ruptura de las cadenas de suministros, la disminución de la productividad agrícola y ganadera debido al cambio climático, el incremento de los precios de los alimentos, etc. nos puede llevar a un escenario complejo en el que ni la Unión Europea ni los estados miembros van a poder garantizar las necesidades básicas de alimentación.

Bajo este posible escenario, es pertinente que sindicalismo alternativo y los movimientos sociales autónomos se planteen si es posible colaborar en la puesta en marcha de proyectos de producción local que mitiguen parcial o totalmente las necesidades alimentarias de la población, al tiempo que se potencia la recuperación de los saberes agrícolas tradicionales y el conocimiento más puntero para un ejercicio autónomo de autogestión del alimento.

Por la parte de la demanda de alimento, debemos ser conscientes de la dieta. El alimento es materia que nuestro cuerpo transforma en nutrientes y energía (ATPasas) necesarias para el buen funcionamiento de nuestro cuerpo. Pero ¿qué dieta es la más saludable? Y ¿qué dieta es la más ética? No poseen la misma respuesta dado el debate introducido por el vegetarianismo y el veganismo, así como el estilo de vida (deportiva vs sedentaria, alergias, etc.) y la presión ejercida sobre el medio. Por ejemplo, según el sistema empleado, la carne de vacuno necesita entre 16.140 y 10.922 metros cúbicos de agua potable por tonelada, mientras que la carne de pollo necesita entre 4.695 y 1.940, y de huevo entre 3.952 y 2.086. Las dietas vegetarianas y veganas implican un impacto mucho menor en el medio, tal como se expone en la siguiente figura 11:

Como punto de transición hacia la sostenibilidad nutricional y con el ecosistema, y dada la cultura presente en la península ibérica, una opción podría ser la dieta mediterránea, caracterizada en la isla griega de Creta en la década de 1960 12, cuando la incidencia de enfermedades coronarias y mortalidad eran bajas. Baja en carne roja (media de 35 g/día) y basada principalmente en cereales y leguminosas, y el aceite de oliva como principal aporte de grasas (~40% de la energía aportada). La siguiente figura 13 muestra la pirámide de esta dieta.

Para que la producción sea capaz de satisfacer la demanda de alimentos, es necesario disponer de tierra y agua en primer lugar. Existen experiencias consolidadas en países de nuestro entorno, como son en Francia, Terre de Liens 14, cuyos objetivos son “liberar la tierra de la especulación inmobiliaria, promover el acceso a la tierra para los agricultores, promover proyectos ciudadanos para revitalizar las zonas rurales y apoyar el medio ambiente”, o las AMAPS 15 (Asociaciones para el Mantenimiento de una Agricultura Campesina) que con casi dos décadas de experiencia “promueven una alianza entre consumidores y agricultores”. O el colectivo Antidote 16 centrado en la puesta en marcha de “fondos de dotación” que permitan sacar del mercado granjas, talleres, viviendas o espacios culturales, para ponerlos en funcionamiento colectivo. Todas ellas permiten establecer formas de comercio directo, conservar la calidad del alimento, evitar los desperdicios y reducir la huella de carbono.

¿Cómo puede el sindicalismo alternativo colaborar para aportar recursos de producción a los proyectos de locales de base rural normalmente con poca masa crítica?

¿Cómo establecer alianzas con productores locales para apoyar o crear redes de distribución alternativas al mercado?

¿Qué criterios de producción, distribución y consumo deben prevalecer o premiarse?

Vivienda e infraestructuras

La cementización del mundo tiene apenas 100 años. A partir de partir de su irrupción, de la mano del urbanismo depredador, otras formas de construcción, de habitar y de compartir, que implicaban colaboración entre iguales, y la utilización de materiales populares, accesibles y baratos, fueron desapareciendo. Hoy, las emisiones de gases de efecto invernadero de la industria de la aviación mundial (2-3%) son eclipsadas por las de la industria del cemento (alrededor del 8%). Cada kilogramo de cemento creado produce más de medio kilogramo de CO2. Si el hormigón fuera un país, sería el tercer mayor emisor de CO2, sólo detrás de Estados Unidos y China, y por delante de la U.E. y la India 17. Como afirma Anselm Jappe 18, “anula todas las diferencias, y producido de forma industrial y en cantidades astronómicas, con consecuencias ecológicas y sanitarias desastrosas, ha extendido su dominio por el mundo entero asesinando las arquitecturas tradicionales y homogeneizando todos los lugares con su presencia”. Pero tiene un problema: su fecha de caducidad, su limitada vida útil.

Hoy podemos admirar construcciones de piedra o barro que se mantienen desde hace cientos de años, mientras viaductos, puentes y otras infraestructuras, de apenas décadas, colapsan. Mientras el capital bate récords de producción, alcanzando en 2023 el nivel más alto de los 12 últimos años 19, se dispara el número de personas sin acceso a vivienda digna -cuando existen miles de viviendas deshabitadas-.

No solo es insostenible, su producción tampoco garantiza las necesidades reales de la población, garantiza los beneficios empresariales. En este contexto, es imprescindible recuperar prácticas de construcción comunitarias y materiales más respetuosos con el medio ambiente (barro, paja, piedra, adobe..). Ya existen diversos colectivos dedicados a la autoconstrucción con materiales tradicionales que, recuperando parte de saberes populares, pueden permitir su difusión para encarar el problema habitacional desde planteamientos de tecnologías accesibles y de escaso impacto ambiental.

Sin olvidar otras experiencias de reapropiación, como la llevada años atrás a cabo en Gran Canaria, gracias a la lucha del Sindicato de Inquilinos de Gran Canaria y la FAGC, que lograron implicar a parte de los sectores más desfavorecidos (“no trabajamos con los que no pueden pagar una hipoteca, sino con aquellos que nunca han soñado con una hipoteca”) en la lucha por una vivienda digna, como se recoge en el documental “Precaristas”. La combinación de ocupaciones colectivas de bloques de viviendas pertenecientes en muchas ocasiones a grupos financieros, combinado con la autoorganización de los implicados generando espacios de decisión horizontales y asamblearios, es un ejemplo a seguir. En otras zonas del Estado, diferentes colectivos y sindicatos de inquilinos llevan a cabo luchas en el mismo sentido.

Referencias:

  1. David Graeber. La Utopía de las normas. https://www.academia.edu/38099453/La_utop%C3%ADa_de_las_normas_De_la_tecnolog%C3%ADa_la_estupidez_y_los_secretos_placeres_de_la_burocracia_David_Graeber
  2. Joel Millward-Hopkins, Julia K. Steinberger, Narasimha D. Rao, Yannick Oswald, Providing decent living with minimum energy: A global scenario, Global Environmental Change, Volume 65, 2020, 102168, ISSN 0959-3780, https://doi.org/10.1016/j.gloenvcha.2020.102168 .
  3. https://hmong.es/wiki/Second_Economic_Adjustment_Programme_for_Greece
  4. https://www.elsaltodiario.com/sanidad-publica/una-gestion-democratica-de-la-sanidad-es-posible
  5. La Lucha de la Sanidad en Grecia 2012. https://www.youtube.com/watch?v=ZU1RSsMH-ys
  6. https://brownstone.org/articles/prescription-drugs-are-the-leading-cause-of-death/
  7. El nivel actual es de entre 5 y 200 GJ/cap/año, lo que evidencia la gran desigualdad mundial del momento. Referencia: Teixido-Figueras, J., Steinberger, J., Krausmann, F., Haberl, H., Wiedmann, T., Peters, G., Duro, J., Kastner, T., 2016. International inequality of environmental pressures: de- composition and comparative analysis. Ecol. Ind. 62, 163–173.
  8. https://www.oecd-ilibrary.org/energy/data/iea-world-energy-statistics-and-balances_enestats-data-en
  9. Iñaki Arto, Iñigo Capellán-Pérez, Rosa Lago, Gorka Bueno, Roberto Bermejo, The energy requirements of a developed world, Energy for Sustainable Development, Volume 33, 2016, Pages 1-13, ISSN 0973-0826, https://doi.org/10.1016/j.esd.2016.04.001 .
  10. https://solar.lowtechmagazine.com/archives/
  11. D. Vanham, M.M. Mekonnen, A.Y. Hoekstra, The water footprint of the EU for different diets, Ecological Indicators, Volume 32, 2013, Pages 1-8, ISSN 1470-160X, https://doi.org/10.1016/j.ecolind.2013.02.020 .
  12. Food in the Anthropocene: the EAT–Lancet Commission on healthy diets from sustainable food systems (2019). Walter Willett, Johan Rockström, Brent Loken, Marco Springmann, Tim Lang, Sonja Vermeulen, Tara Garnett, David Tilman, Fabrice DeClerck, Amanda Wood, Malin Jonell, Michael Clark, Line J Gordon, Jessica Fanzo, Corinna Hawkes, Rami Zurayk, Juan A Rivera, Wim De Vries, Lindiwe Majele Sibanda, Ashkan Afshin, Abhishek Chaudhary, Mario Herrero, Rina Agustina, Francesco Branca, Anna Lartey, Shenggen Fan, Beatrice Crona, Elizabeth Fox, Victoria Bignet, Max Troell, Therese Lindahl, Sudhvir Singh, Sarah E Cornell, K Srinath Reddy, Sunita Narain, Sania Nishtar, Christopher J L Murray, https://doi.org/10.1016/S0140-6736(18)31788-4
  13. Willett, W. C., Sacks, F., Trichopoulou, A., Drescher, G., Ferro-Luzzi, A., Helsing, E., & Trichopoulos, D. (1995). Mediterranean diet pyramid: a cultural model for healthy eating. The American Journal of Clinical Nutrition, 61(6), 1402S–1406S. https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0002916523188514
  14. https://terredeliens.org
  15. https://reseau-amap.org
  16. https://lafonciereantidote.org
  17. https://www.noemamag.com/concrete-built-the-modern-world-now-its-destroying-it
  18. Hormigón. arma de construcción masiva del capitalismo. Anselm Jappe, Pepitas de Calabaza, 2021
  19. https://www.estrategia.net/noticias/la-produccion-de-hormigon-alcanza-en-2023-el-nivel-mas-alto-de-los-ultimos-12-anos