Necesidades básicas: vivienda e infraestructuras

La cementización del mundo tiene apenas 100 años. A partir de partir de su irrupción, de la mano del urbanismo depredador, otras formas de construcción, de habitar y de compartir, que implicaban colaboración entre iguales, y la utilización de materiales populares, accesibles y baratos, fueron desapareciendo. Hoy, las emisiones de gases de efecto invernadero de la industria de la aviación mundial (2-3%) son eclipsadas por las de la industria del cemento (alrededor del 8%). Cada kilogramo de cemento creado produce más de medio kilogramo de CO2. Si el hormigón fuera un país, sería el tercer mayor emisor de CO2, sólo detrás de Estados Unidos y China, y por delante de la U.E. y la India [1]. Como afirma Anselm Jappe [2], “anula todas las diferencias, y producido de forma industrial y en cantidades astronómicas, con consecuencias ecológicas y sanitarias desastrosas, ha extendido su dominio por el mundo entero asesinando las arquitecturas tradicionales y homogeneizando todos los lugares con su presencia”. Pero tiene un problema: su fecha de caducidad, su limitada vida útil.

Hoy podemos admirar construcciones de piedra o barro que se mantienen desde hace cientos de años, mientras viaductos, puentes y otras infraestructuras, de apenas décadas, colapsan. Mientras el capital bate récords de producción, alcanzando en 2023 el nivel más alto de los 12 últimos años [3], se dispara el número de personas sin acceso a vivienda digna -cuando existen miles de viviendas deshabitadas-.

No solo es insostenible, su producción tampoco garantiza las necesidades reales de la población, garantiza los beneficios empresariales. En este contexto, es imprescindible recuperar prácticas de construcción comunitarias y materiales más respetuosos con el medio ambiente (barro, paja, piedra, adobe..). Ya existen diversos colectivos dedicados a la autoconstrucción con materiales tradicionales que, recuperando parte de saberes populares, pueden permitir su difusión para encarar el problema habitacional desde planteamientos de tecnologías accesibles y de escaso impacto ambiental.

Sin olvidar otras experiencias de reapropiación, como la llevada años atrás a cabo en Gran Canaria, gracias a la lucha del Sindicato de Inquilinos de Gran Canaria y la FAGC, que lograron implicar a parte de los sectores más desfavorecidos (“no trabajamos con los que no pueden pagar una hipoteca, sino con aquellos que nunca han soñado con una hipoteca”) en la lucha por una vivienda digna, como se recoge en el documental “Precaristas”. La combinación de ocupaciones colectivas de bloques de viviendas pertenecientes en muchas ocasiones a grupos financieros, combinado con la autoorganización de los implicados generando espacios de decisión horizontales y asamblearios, es un ejemplo a seguir. En otras zonas del Estado, diferentes colectivos y sindicatos de inquilinos llevan a cabo luchas en el mismo sentido.

Referencias:

  1. https://www.noemamag.com/concrete-built-the-modern-world-now-its-destroying-it
  2. Hormigón. arma de construcción masiva del capitalismo. Anselm Jappe, Pepitas de Calabaza, 2021
  3. https://www.estrategia.net/noticias/la-produccion-de-hormigon-alcanza-en-2023-el-nivel-mas-alto-de-los-ultimos-12-anos