Qué puede aportar el sindicalismo alternativo

El mundo del trabajo, a través del mutualismo de finales del XIX y primeras décadas del siglo XX integró experiencias muy dispares, desde las Sociedades de Socorros Mutuos (SSM), hasta las Sociedades Obreras de Resistencia, pasando por “cajas populares de ahorro” 1, cooperativas de producción o consumo, ateneos obreros, iniciativas de educación popular, etc. El asociacionismo obrero surge, por tanto, como una manera de paliar los efectos negativos del capitalismo. Desaparecidas las formas de beneficencia del Antiguo Régimen, se buscarán otras para tratar de aminorar las contingencias, riesgos y enfermedades. Los recursos eran escasos y las necesidades insatisfechas grandes, por lo que generalmente la mayoría de las SSM se centraban en la atención a la enfermedad, la muerte, y en menos ocasiones a la ayuda en situaciones de incapacidad laboral, paro, vejez o maternidad, sin descartar algunas que actuaban dentro del movimiento obrero como cajas de resistencia, o para dar cobertura en momentos de represión.

Estas experiencias, “surgidas desde la base de la sociedad y enfocadas desde abajo, no desde el Estado” 2 no han tenido gran difusión, ya sea porque han sido ocultadas por la historiografía oficial, o porque escaparon, en buena parte, del dominio del Estado. Estas SSM serán las únicas hasta que se cree el retiro obrero obligatorio en la década de los 20. A partir de los años 30, el Estado ira cubriendo progresivamente algunas prestaciones de asistencia social y absorbiendo las pequeñas cajas y mutualidades populares dentro del engranaje capitalista, proceso que tomó más fuerza con la República, acabando con este mutualismo civil.

Sin embargo, la historia de las sociedades mutuales es una historia de apoyo mutuo y solidaridad entre iguales, que influyó en la constitución de la conciencia obrera, y según algunos autores, fueron el germen de las primeras sociedades de resistencia, existiendo más continuidad entre el socorro y el sindicalismo de lo que la historiografía le supone 3. En ocasiones, las SSM sobrevivieron en amalgama con el sindicalismo revolucionario, como fue el caso de las sociedades de socorros de los estibadores del puerto de Barcelona que se fusionaron dentro de la CNT, manteniendo su faceta de socorros mutuos 4 5.

Su extensión territorial variaba en función del grado de industrialización, hasta el punto de que, en los años 20 del siglo pasado, cerca de la mitad de la población activa de la provincia de Barcelona estaría federada en alguna sociedad mutual, y centros industriales de referencia como Sabadell llegaron a tener en 1928 a ¼ parte de su población asociada a la Federació de Germandats (agrupación de mutualidades) 6.

Hoy, la situación es en parte diferente, pero los escenarios más realistas plantean una reducción importante de la disponibilidad energética; el incremento de las guerras por los recursos; las disrupciones en las cadenas de suministros, en la producción de alimentos y en el acceso al agua; la desindustrialización acelerada de Europa; la desaparición en la práctica del acceso a los “servicios públicos” (de los que solo habíamos disfrutado en el Norte Global), con la consiguiente exclusión de cada vez más sectores sociales; por lo que no parece sensato esperar soluciones por parte de quienes nos explotan diariamente, ni de quienes nos gobiernan, ni de quienes han sido los causantes del problema, ya que todos ellos, con la inestimable ayuda de la “izquierda de capital”, van a articular proyectos de gestión de la crisis energética y medioambiental en clave de exclusión o ecofascismo. Cuando desde la casa real, a los grandes banqueros y políticos hablan de decrecimiento, debemos de esperar lo peor. Su propuesta se concretará en una supuesta transición energética, para seguir habitando un mundo basado en el crecimiento indefinido en un planeta con recursos finitos. Se trataría de tratar de mantener (en el mundo opulento) el modo de vida y consumo actuales mediante promesas de hidrógeno verde -que sustituiría a los combustibles fósiles-, baterías eléctricas -para mantener el desbocado sistema de transporte individual- e inteligencia artificial -como panacea para todos los problemas-.

A este escenario se le suma la desmovilización social que está afectado a todos los espacios, incluido el laboral. El individualismo y el autismo social han reducido a mínimos el compromiso y la militancia, de forma que en muchas ocasiones la afiliación solo requiere al sindicato para solventar problemas individuales y su implicación más allá es mínima. Nada muy diferente de lo que ocurre en el sindicalismo vertical/oficial.

Por ello, entendemos imprescindible debatir sobre la posibilidad de articular espacios al margen del capitalismo para satisfacer las necesidades básicas. Aun partiendo de que el escenario actual es más complejo, y que no tenemos respuestas a muchos de los problemas que nos acucian, no parece inteligente eludir la apertura de este debate, dado que ello conlleva no elaborar propuestas en positivo, y nos puede llevar a encontrarnos con situaciones de hechos consumados donde nos veremos obligados a aceptar las propuestas del poder. Con la aceleración de la crisis global, el incremento de los sectores de población “excedentarios”, y la menor disponibilidad energética, se abren posibilidades de colaboración con otros colectivos, para la cobertura de las necesidades básicas de la población, en un marco de sociedades menos complejas, pero más democráticas.

Por todo lo anterior, ¿debemos continuar reivindicando en exclusiva el mantenimiento de ciertas condiciones laborales y luchando para intentar reducir las pérdidas de capacidad de consumo, o debemos reinventar y articular nuevas propuestas que permitan comenzar a construir espacios de autonomía y gestión de parte de nuestras necesidades?
¿sería posible establecer puntos de encuentro entre sindicatos alternativos, o más allá de las siglas, incluso entre militantes de estos sindicatos para construir dichas alternativas?

Referencias

  1. En sus orígenes no tenían finalidad lucrativa ya que estaban destinadas solamente a la gestión de los depósitos de ahorro, así en la segunda mitad del siglo XIX surgieron cajas de ahorros en centros obreros. Ateneu Obrer de Sant Feliu de Guixols, o el Ateneu Obrer de Mataró. El mutualismo contemporáneo en una sociedad industrial. Anotaciones sobre el caso catalán (1880-1939). Pere Sola y Gussinyer. “Solidaridad desde abajo”. Trabajadores y Socorros Mutuos en la España Contemporánea. Santiago Castillo (editor) 1994.
  2. Las sociedades de socorros mutuos en el primer tercio del siglo XX: “sociedad sin estado”, una relación fallida. Josefina Cuesta Bustillo. Ibid.
  3. La función de la protección mutualista en la construcción de una identidad obrera (1870-1910). Michael Ralle. Ibid.
  4. https://www.cedall.org/Documentacio/Premsa%20Llibertaria/Soli/19320000/19320702.pdf.
  5. El Montepío de San Pedro Pescador y las Sociedades de Socorros Mutuos de los estibadores de Barcelona. 1890-1939. Jordi Ibarz Geabert. Ibid.
  6. El mutualismo contemporáneo en una sociedad industrial. Anotaciones sobre el caso catalán (1880-1939). Pere Solá i Gussinyer. Ibid.